Nuestra iglesia afirma las Cinco Solas de la Reforma Protestante:
•SOLA SCRIPTURA: La Palabra de Dios es la máxima autoridad en materia de fe y práctica. Por tanto, nada que contradiga la revelación de Dios puede regular la vida del creyente (Gálatas 1:6-10; 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:3).
•SOLUS CHRISTUS: La salvación se encuentra solo en Cristo, excluyendo así todo otro camino para llegar a Dios (Hechos 4:12, Juan 14:6).
•SOLA GRATIA: La salvación es un don de Dios. Por tanto, es algo que el pecador recibe de forma inmerecida basada en los méritos de Cristo alcanzados durante su vida, muerte y resurrección (Efesios 2:8).
•SOLA FIDE: La salvación solo puede ser recibida cuando ponemos nuestra fe en Aquel que murió por nosotros, excluyendo la posibilidad de que nuestras obras puedan contribuir (Efesios 2:8-9, Romanos 3:28).
•SOLI DEO GLORIA: El propósito de la salvación que recibimos es glorificar a Dios; poner de manifiesto las excelencias o virtudes de su carácter (Efesios 1:4-6; 1 Pedro 2:9).
Creemos que las doctrinas de la gracia se derivan directamente de las Escrituras y que describen con precisión la enseñanza de la Biblia sobre la soteriología, es decir, la doctrina de la salvación. Lo siguiente es una breve descripción de cada una.
Depravación/Inhabilidad total — Como resultado de la caída de Adán, toda la raza humana se ha visto afectada; todos los descendientes de Adán están espiritualmente muertos en sus transgresiones y pecados (Efesios 2:1, 5). No vacilamos en señalar que esto no significa que todas las personas sean tan malas como podrían ser. Más bien, esta doctrina dice que, como resultado de la caída del hombre en Adán, todas las personas son radicalmente depravadas en su interior y que su depravación afecta a todas las áreas de sus vidas de tal manera que no pueden hacer ninguna obra verdaderamente buena fuera de Cristo. (Romanos 3:9-18)
Elección Incondicional — Ya que el hombre está muerto en el pecado, es incapaz (y tercamente no está dispuesto) a iniciar una respuesta de salvación ante Dios. En vista de esto, Dios, desde la eternidad pasada, misericordiosamente eligió a un pueblo en particular para la salvación (Efesios 1:4-6). Este pueblo está compuesto por hombres y mujeres de todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones (Apocalipsis 5:9). La elección y la predestinación son incondicionales, es decir, que no escogió Dios a ciertas personas por alguna condición que preveía en ellas (como bondad o fe, por ejemplo), y no dependen de la respuesta del hombre a la gracia de Dios (Romanos 8:29-30; 9:11; Efesios 1:11-12), porque el hombre, en su estado caído, es incapaz y no está dispuesto a responder favorablemente a la oferta de salvación de Cristo. Dios escogió a su pueblo por gracia, no en base a cualidades positivas o fe previstas (ya que todos son pecadores), sino, en base a su gracia inmerecida para con los pecadores.
Redención Particular/Definida — El propósito de la muerte expiatoria de Cristo no fue simplemente hacer que los hombres fueran capaces de salvarse y así dejar la salvación de la humanidad supeditada a la respuesta del hombre a la gracia de Dios. Más bien, el propósito de la expiación era asegurar la redención de un pueblo en particular (Efesios 1:4-6; Juan 17:9). Todos aquellos que Dios ha elegido y por los que Cristo murió serán salvos (Juan 6:37-40, 44).
Llamamiento eficaz — Dios ha elegido a un pueblo en particular para ser los receptores de la obra expiatoria de Cristo. Estas personas son atraídas a Cristo por medio de la gracia irresistible de Dios. Cuando Dios llama, el hombre responde (Juan 6:37, 44; 10:16). Esta enseñanza no significa que Dios salve a los hombres contra su voluntad. Más bien, Dios cambia el corazón del incrédulo rebelde para que ahora desee arrepentirse y ser salvo. Los elegidos de Dios serán atraídos a Él por la obra del Espíritu Santo, y esa gracia que los atrae es, de hecho, irresistible. Dios cambia el corazón de piedra del incrédulo por un corazón de carne (Ezequiel 36:26). El Espíritu de Dios llama al hombre eficazmente por medio del evangelio, cambiando su corazón, dando fe, convenciendo de la necesidad de arrepentirse y creer en Cristo para la salvación. En la teología reformada, la regeneración precede a la fe.
Perseverancia de los Santos — El pueblo particular que Dios ha elegido y atraído a sí mismo por medio del Espíritu Santo perseverará en la fe. Ninguno de los que Dios ha elegido se perderá; están eternamente seguros en Él (Juan 10:27-29; Romanos 8:29-30; Efesios 1:3-14). Algunos teólogos reformados prefieren utilizar el término "Preservación de los Santos" ya que creen que esta elección de palabras describe con mayor precisión cómo Dios es directamente responsable de la preservación de sus elegidos. Está claro en las Escrituras que Cristo continúa intercediendo por Su pueblo (Romanos 8:34; Hebreos 7:25). Esto sigue proporcionando a los creyentes la seguridad de que los que pertenecen a Cristo son eternamente suyos. Esta doctrina no enseña que los cristianos nunca pecarán, ni que jamás batallarán con el desánimo, las dudas, o temporadas de rebeldía y desobediencia, sino más bien enseña que a pesar de todas estas cosas, el Espíritu Santo de Dios preservará la fe de aquellos que pertenecen a Cristo, y seguirá renovando el arrepentimiento y la fe en ellos, conformándolos a la imagen de Cristo hasta el fin.
Estas cinco doctrinas juntas forman las doctrinas de la gracia, llamadas así porque resumen la experiencia de la salvación como resultado de la gracia de Dios, quien actúa independientemente de la voluntad del hombre. Ningún esfuerzo o acto del hombre puede añadir a la gracia de Dios para lograr la redención del alma. Porque en verdad: "por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9).
La Segunda Confesión Bautista de Londres es una fiel representación de lo que creemos que la Biblia enseña. No reemplaza la Escritura ni tiene la misma autoridad que la Biblia, sino que creemos que es una buena exposición de las doctrinas bíblicas a las que se adhiere nuestra congregación.